Blog

El arduo camino de la ocurrencia a la idea

No hay más que conectarse a las redes sociales principales para comprobar que se vislumbra un panorama en el ámbito de recursos humanos de gurús, expertos con fotos de perfil o mirada al infinito, superlíderes con superfrases con un metadiscurso sobre la importancia de la innovación que está sustituyendo a la implantación del propio fenómeno de la innovación. No se innova, más que en el ámbito tecnológico y en el tablero de Twitter, y aparte, las innovaciones en el ámbito tecnológico tardan cada vez más en ser asimiladas por el gran público.

No es caprichosa esta afirmación de que la innovación no está llegando al gran público. Se comprueba en el hecho de que el empleo en nuestro país depende básicamente de los mismos sectores que hace veinticinco años, con un importante retroceso del sector industrial, añadido.

[gallery ids="1597" type="rectangular"]

El postureo de un falso discurso para abordar la innovación genera dos problemas. El primero es que ese discurso queda anestesiado, incólume y por supuesto, dependiente de grandes partidas económicas. El otro problema es que el bendito o la bendita que proponga ideas que estén al margen del discurso dominante se le deja de forma retorcida en el ámbito de la superpalabra del año: la ocurrencia. Si. La ocurrencia es la idea que se mueve en el terreno de la falta de solidez, de la tontería, de lo disparatado, y así nos va; con muy poca iniciativa interna en las empresas por falta de valor para defender ideas locas, nuevas, mediocres, geniales o irrealizables. Todos huimos de quedar relegados a ese entorno marginal de la ocurrencia; esa zona de pánico, reservada a macarras, adict@s al trabajo, o como no, frikis.

Todas las personas, polític@s o directiv@s de empresa que he oído manejar el término ocurrencia refiriéndose a la idea de alguien, no han sido capaces de mejorar la situación del empleo, la economía o la de sus respectivas empresas.

Puedo asegurar después de unos cuantos años en muy distintos entornos profesionales, que nos falta mucho camino por recorrer en el entorno profesional. Nos falta perder el miedo al ridículo, el miedo a lo desconocido, fomentar la experimentación y la iniciativa de cualquier empleado sin sacar el látigo verbal de la descalificación.

En general, lo que ocurre en este país, va más allá de nuestra preparación técnica. Tenemos un gran problema de modales, de empatía y de gestión de egos propios y ajenos. Servidor incluido. No hemos aprendido absolutamente nada en ocho años de crisis, salvo unos anglicismos y a ocultar nuestra ignorancia entre las patillas de unas gafas de pasta.

Es la hora de saltar, de dejarse de miedos y de admitir que somos humanos. Es la hora de trabajar por un modelo sostenible y de ser capaces de generar condiciones de trabajo que permitan a la gente vivir en el país en el que quieren vivir. Es la hora de ser valientes para ofrecer con entusiasmo nuevas oportunidades a personas que están perdidas en una era digital que ha cambiado rápidamente.

Noticias relacionadas